domingo, 28 de marzo de 2010

Fundado sobre la piedra

 

La incredulidad de Santo Tomás, Sebastián López de Arteaga, siglo XVII, Munal.



Fundado sobre la piedra.


Fundado sobre la piedra,
Sólidamente firme, colocado
En tu amor, me he sentido.

Encontré los cimientos
En ti del corazón; hallé el camino
Para hallar el camino que buscaba,
Y toda tú de puertas claras fuiste,
De luces entrevistas,
De agitadas antorchas en la ciega
Sombra, en las amenazas de la noche.

Pero de pronto -¿dos, o tres, o cuántos
Meses pasaron?- sin saber de dónde
Viene cerrada contra mí una mano,
Viene una mano armada
Contra mí, que se mete
Dentro de mí, me parte, me revienta.
Y el aire se me vuelve
Aire de últimas miradas, estas
Breves miradas son con que me miras.

Y yo remoto apresurado,
Nadador impotente, enfurecido,
La corriente del tiempo,
Para buscar los días como joyas
Que alguna vez miramos como eternos,
Y alumbrarme con ellos, regresarlos,
Dártelos nuevamente, y que tu sientas
Que todo empieza aquí; que este momento
Es el primero; que no me conoces;
Que quieres, todavía, conocerme.

Todo lo que era mío se transforma
En ademán de adiós; todo le grita
A mis oídos sordos
Lo que no quieren escuchar: que nada
Podrá alcanzarte nunca;
Que nunca nada tuvo lazos
Capaces de ligarte.

¿Qué voy a hacer si no me quieres,
Si nada sé mirar, si no comprendo;
Qué voy a hacer conmigo,
Qué voy a hacer, si los hombres no lloran?

Dicen que dando lástima, se logra
Conseguir el amor. Si yo entre lágrimas
Te enseñara que sufro, que me dueles,
Algo, tal vez, podría.
Pero quiero decírtelo:
Yo no voy a llorar ni a lamentarme.
Como nadie sabrá que me has querido,
Nadie sabrá que me dejaste.

Solo tú y yo conoceremos esto:
Que he sido el orgulloso
El amador feliz, correspondido.

El que contigo estuvo
Como si fuera igual que tú. Contigo.
Que he sido, que seré el que amargamente,
Para no traicionarse en tu memoria,
Vio que te ibas, supo que te ibas;
Pero no te pidió como cualquiera.

Y sólo yo sabré que hubiera sido
Cabalmente dichoso
Con cualquier cosa que me dieras;
que era mentira
que te necesitara toda;
que cualquier cosa tuya;
por pequeña que fuera, siendo tuya…
y que, por no tenerla, estoy muriendo.


Rubén Bonifaz Nuño
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