sábado, 16 de enero de 2010




Las cinco llagas de Cristo,Fernandez de Otaz, óleo sobre tela, siglo XVIII. Pinacoteca de La Profesa, Ciudad de México.

Al corazón

Tú, corazón, tan débil, ya falto de alegría
tan joven y cansado, sin vida y sin amor;
tú, que agotaste el cáliz de la creencia mía,
despacio, no palpites, mi pobre corazón.

Si huyeron presurosos los tiempos encantados,
llevándose por siempre tu fuerza y tu rigor,
deja que el llanto moje los párpados cansados,
mas no palpites tanto, mi pobre corazón.

Si buscas los ensueños que tu niñez merecieron
tus blancas ilusiones en su primera flor,
la gala que las penas voraces destruyeron,
en balde no te agites, mi pobre corazón.

¿Que quieres? ¿Un sonido que calme tus pesares?
¿La voz a cuyo influjo latías con ardor?
¿Los goces que en tu seno vertían a millares?
¡Despacio, más despacio, mi pobre corazón!

No invoques los recuerdos de tiempos bendecidos,
no evoques la memoria de un sueño bienhechor
si llamas los placeres por nuestro mal perdidos,
en lágrimas se cambian, mi pobre corazón.

Los rayos más templados de triste indiferencia ,
la calma del olvido, la ausencia del dolor,
traerán más gratas horas, calmando tu impaciencia,
y así latirás menos, mi pobre corazón.

Alberto Blest Gana

Dedicado a Sir Reuben...
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